Annie Stein

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Descripción
Formato: LIBROS
Editorial: Vinciguerra
Encuadernación: Tapa Blanda
Idioma: Español
ISBN: 9789877504842
Páginas: 72
Dimensiones: 21 x 13 cm
Fecha Publicación: 03/2024

Sinópsis
La poesía como incesante revelación de lo real; el poema como eco de la emoción despertada por ese encuentro mayor: Se me desdobla el pecho / con cada resquicio / donde asoma la tierra, escribe Annie Stein. Y más: el paso del tiempo habitado con gratitud hacia todo lo recibido; incluso el dolor porque entrega una verdad. Y también el cuerpo y en él los signos de los días plenos o pobres: todos, porque en ellos se ha sido como se pudo ser. ¿Resignación? No, reconciliación. Y el porvenir, aún y siempre esperado. La palabra de Annie Stein se afianza en este libro con decantada precisión, síntesis lograda, musical como no podía dejar de ser en quien, como Orfeo, canta y es poeta, inescindiblemente. De hecho, los suyos son textos que ella bien sabe convertir en partituras; textos que, al leerlos en voz alta, ganan la trascendencia propia de lo sonoro cuando emanan de la sensibilidad y el conocimiento. El título del libro, Porque las nubes hablan, nos ofrece a su vez, la insinuación de un desenlace, de un diálogo que alcanza su apogeo pero que pareciera privarnos de lo que condujo hasta él. No es así, sin embargo. Al recorrer sus páginas, accedemos a todo lo que parecía estarnos vedado. Y ese diálogo se revela como una conversación de la poeta con nosotros, desplegada en torno a lo invisible en lo visible, a lo latente en lo manifiesto: Alguna vez / guardé la vida bajo tierra / en una hondura musical. Este libro, en consecuencia, retrata un modo de habitar; nada, en ese modo, es menos que su contrario: ni la pena menos que la alegría, ni el otoño menos que el verano, ni el hoy que el ayer o la sed incesante de un mañana. Agraciada como está por la inspiración, ésta es, al unísono, una obra macerada por la tenacidad del trabajo, del empeño puesto en recuperar la palabra para una íntima entrega. La única que infunde a la poesía su inigualable singularidad. Santiago Kovadloff